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Archive for septiembre 2008

Dicagaciones (1).

Y si… dormimos juntos esa noche. Imitamos a los lobos en ausencia de mejores alimentos. Caminamos en la azotea, descalzos, con la luna y el viento nocturno como únicos vestidos. Tú, maquillada con el polvo de los caminos que recorrimos antes de encontrarnos. Yo, perfumado con la colonia que produce el sudor de un día de trabajo.

Bebimos la sonrisa inquietante que a nuestro paso despertaba en los compañeros de ciudad, ruinosos vestigios de sueños derrotados. Advertimos que el trigo del pan que comimos era sembrado por Abel, la víspera en que su hermano lo asesinara con una estructura ósea. Oficiaste en mi la misa que había esperado toda la vida, mientras sumamos intereses a nuestro tiempo y requerimos de pago a quienes nos desdeñaron.

Y ahora quieres irte. Es de mañana. No se como detenerte. Simplemente, has quedado satisfecha de tus más inesperados antojos. He sido usado por ti, y cuando quiero estar a tu lado, me pides que salga a la calle, que camine, que intente encontrarte en la risa de otra, en los ojos de otra, en la forma en que bebe otra el café, en el cigarrillo a medio consumir de otra.

Y a mi que me gustan las cosas simples. Los pequeños gestos humanos. El hombre y la mujer tomados de la mano. La seguridad del abrazo vespertino. El sol por la tarde y las sábanas limpias. No. Nada de eso es a tu lado. Contigo es incertidumbre, zozobra, sexo en un baño público, en la parte de atrás de un auto, en una calle oscura, en el campo precoz que encontramos al ir a casa. Contigo es cerrar los ojos en un día claro, y abrirlos en la locura de una tormenta. Correr cuando no hay prisa, descansar en medio de una urgencia.

Y mi dilema es evidente. Extraño tus labios y tu risa por las noches, mientras te despojo de la última prenda que te cubre. Y extrañaré la música que solías poner en el viejo reproductor. Cada noche, una sorpresa. Cada noche, una despedida.

Salgo a la calle y te busco entre las otras, esas que no tienen el aroma en el sexo como tú lo tienes. Esas que corren, animadas por la seguridad laboral, mientras tú sólo corrías a mis brazos, por deleite, por así quererlo. No te encontraré y seré infeliz un momento, en lo que cierro los ojos y recuerdo que la rotación de la tierra traerá de nueva cuenta una oportunidad para mirarte entre la multitud, con tu cabello al viento. Nunca te extrañaré más.

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