Maradona es siempre noticia. Cuando no por su programa de televisión rompiendo todos los ratings, es por alguna declaración deportiva o política. Sus excesos son conocidos. La cocaína ha sido su gran rival, y cuando parecía que le aplicaba la gambeta definitiva, un atascón lo puso en coma, al borde la muerte.
Maradona se levantó de esa cama de hospital, para dar al mundo una imagen renovada. Bajó de peso, explotó su imagen vía programas de televisión, playeras, juegos alrededor del mundo. Diego daba la batalla de nuevo.
Pero cuando todos lo mirábamos de nuevo en su palco de La Bombonera, alentando a «su» Boca Juniors, esta semana una nueva noticia sacudiría la vida de los «diegómanos». El Diego se enfrentaba a un un nuevo enemigo, el alcohol.
Maradona, afectado por una depresión, ha cometido excesos «de alimentación y de bebida», según dijo Alfredo Cahe, su médico, razón por la cual ha sido ingresado el miércoles en una clínica de Buenos Aires con una descompensación física.
«Diego estaba bastante mal anímicamente por problemas familiares que no voy a considerar; tenía cosas importantes que no podía manejar, y eso lo había llevado a estar depresivo», dijo hoy Cahe a a Radio Uno, de la capital de Argentina.
Volvió a afirmar que no consume drogas, pero dijo que últimamente fumaba tres o cuatro puros por día y que eso también lo ha perjudicado debido a que «nunca» tuvo relación con el tabaco.
La devoción que le profesan miles, no sólo argentinos, sino de todo el mundo, hace que este nuevo incidente trascienda. Maradona nos regaló un fútbol que cada día es más escaso. Y tal vez le falte por hacer su última y mejor gambeta.
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